Patrocinio cultural versus incentivo fiscal

‘El patrocinio no tiene nada que ver con el incentivo fiscal’

Especializado en patrocinio, Yacoff Sarkovas afirma que el sistema brasileño de financiación cultural ha quedado obsoleto ; el Estado brasileño omite el papel de crear política pública cultural.
Consultor especializado en comunicación de patrocinio empresarial, Yacoff Sarkovas, concibe y maneja cientos de proyectos de áreas culturales, medio ambientales, deportivas y sociales para instituciones tanto brasileñas como internacionales.

Crítico contundente de las leyes de incentivo para la cultura, Yacoff fue invitado por el gobierno de Portugal a que colaborara a la reformularización del sistema. En entrevista, el especialista afirma que las leyes de incentivos continúan siendo parte de un sistema pervertido de ayuda cultural. Y, encargado por la Universidad Cândido Mendes para organizar uno de los cursos del MBA en Gestión Cultural, se propone enseñar a los productores que el patrocinio no necesita depender de las llamadas leyes de incentivos.

¿Cómo analiza las leyes de incentivo para la cultura?

Las leyes de incentivos fiscales son una anomalía, un alboroto producido en Brasil.

¿Cuales son los problemas de dichas leyes?

Para comenzar, la definición de los incentivos fiscales es el uso del dinero público para estimular la inversión privada. En Brasil, los incentivos fiscales no existen, porque los fondos públicos entran en todo con dinero propio y la iniciativa privada no entran con dinero propio. El estado se encarga de invertir los recursos y la iniciativa privada elige donde invertirlos; esta forma de inversión es propia de un sistema feudal. El hecho llega a ser más preocupante en el caso de la ley Audiovisual, donde hay problemas serios en la definición de las deducciones de impuestos. Donde, la compañía que carga todo el dinero en patrocinio, de los impuestos que estarían obligados a pagar, obtienen un descuento de cerca del 25% de ese valor sobre el impuesto de la renta. En definitiva, si el empresario invierte $ 100 mil para el cine, los fondos públicos deben invertir $ 125 mil. Es inadmisible.

¿Cual sería la solución?

Puesto que la distribución del dinero corresponde al impuesto que la empresa está obligada a pagar, lo mejor sería que estos impuestos fueran a los fondos públicos y el dinero se destinara, con criterio, a proyectos culturales de interés público, y no al capricho propio de un empresario u otro. A día de hoy, ¿quién dirige ese dinero, acerca de $ 500 millones por año, por aquí o por ahí? Desgraciadamente no es la lógica pública, sino la lógica privada.

¿Existen más problemas?

Las leyes de incentivos causan una perversión doble. Empañan el mercado del patrocinio, porque crean una cultura entre el empresariado de que se debe patrocinar solamente con incentivos financieros, o sea, con el dinero destinado al coste de los impuestos. Y, por otra parte, tiene el problema de que el gobierno, incitando al incentivo financiero para la iniciativa privada, piensa que ya a hecho su parte y se exime de crear políticas públicas para la cultura. Sin embargo, la cultura es una cuestión de interés público, y al igual que existen políticas públicas de salud y educación, tiene que haber también de cultura.

¿Cual es la otra perversión?

Es la que más temo: que el ciudadano comience a pensar que las empresas usan el dinero público para fines privados, y que eso genere un prejuicio contra el patrocinio, que por lo tanto pasaría a ser visto negativamente, y que se espera que sea justamente lo contrario.

Pero si las leyes son anomalías, ¿esa conciencia del ciudadano no serviría para cambiar lo que se está conviertiendo en error?

Podría ser, pero tengo miedo de que esa asociación entre el patrocinio y el uso del dinero público para fines privados se arraigue y no se disipe con la corrección de los errores.

¿Lo ideal no es que el gobierno financie los proyectos culturales directamente?

Es necesario que el poder público invierta en cultura. Ningún mercado cultural sano funciona sin financiación. No tiene sentido hablar de corregir las distorsiones regionales de las leyes de incentivos. Pues son las propias leyes las que generan las distorsiones. Las desigualdades tienen que ser corregidas con la financiación directa del gobierno. Y esa financiación hecha por el poder público tiene que obedecer a mecanismos de control para que no haya nepotismo, privilegio de grupos o dirigismo.

¿La ley Rouanet es mala?

No, pero sólo se tiene en cuenta la parte mala de la ley, que es uno de sus tres pilares. El pecado más grande de gestión del ex ministro de cultura, Francisco Weffort, fue priorizar todavía más esas vías: al principio, la empresa deducía del impuesto el 30%. Weffort aumentó el contingente un 100%. Pero los otros pilares de la ley estaban en el Fondo Nacional de Cultura (que es la inversión directa) y que prevé un incentivo cultural real. En este caso, incide en actividades culturales lucrativas, que reciben deducciones de impuestos que se convierte más ventajoso invertir en cultura que en otras áreas. Eso sí que es un incentivo cultural de verdad, parecido con lo que sucede en todo el mundo, se vuelve más ventajoso para los empresarios invertir en cultura que no que se inviertan los fondos públicos en dicho fin.

¿El apego por parte de los productores culturales a la ley Rouanet y a la ley Audiovisual es debido porque existe un miedo de que, si los recursos para la cultura fueran directos, sería más fácil perderlos?

Exactamente. Y esto sucede porque la cultura no se considera como cuestión de interés público, como la salud y la educación, que son los temas que dominan los conflictos electorales y de financiación. Cuando hay una amenaza a los mecanismos vigentes, los privilegiados que dominan los canales de este sistema pervertido (por ejemplo, sabiendo lo que se decide, en las empresas, sobre qué a hacer con la financiación) reaccionan. Pero ese apego se debe a la falta de información sobre como podría ser el patrocinio sin la ley de incentivo, que es lo que acontece en las áreas social, deportiva y medioambiental.

Más allá del dinero público, defiende que es posible obtener otras formas de financiamiento.

El patrocinio no tiene nada que ver con el incentivo fiscal, lo que llamo de patrocinio real. Basado en motivaciones concretas que una empresa tiene para invertir en proyectos culturales. Para atraer ese patrocinio es preciso entender la estructura mercadológica y corporativa de la empresa.

¿Cómo puede aprender a hacer esto el productor cultural?

El patrocinio tiene que ser entendido como un herramienta de comunicación empresarial, al lado de otras, como la publicidad, marketing directo o la promoción. Esa motivación que la empresa tiene en invertir hace que el dinero entregado a esa finalidad en el mundo entero haya crecido en los 15 últimos años de 1 billon de dólares a 25 billones.

¿Y los proyectos que no son atractivos para los empresarios?

Éstos tienen que ser financiados directamente por dinero público.

¿Existen otras formas financiación de actividades culturales?

Más allá del mercado, del estado y del patrocinio real, pensados para las empresas, existe la inversión social privada, que puede ser de fundaciones o de individuos.

¿Las fundaciones corresponderían a los mecenas del pasado?

Sí. Es preciso entender que el dinero usado para beneficiencia también puede ser usado para la cultura. Para eso, es preciso aprender que la cultura también es una forma de inclusión. Y, así como existen los fondos de las fundaciones, también es posible que esos recursos propios de individuos, que se pueden sentir atraídos en contribuir en financiación de proyectos sociales, lo hagan también en proyectos culturales.

Cláudia Amorim
18/07/07